Arranqué mi corazón del pecho y lo levanté alto como antorcha para iluminar camino entre la espesa tormenta, clavaba mis pasos uno a uno en la nieve hasta las rodillas, dispuesto a nunca rendirme, el viento helado rasgaba mi rostro y yo, con mi último aliento lo combatía, un paso, un latido, un paso, un suspiro... y así mientras siga vivo.