Entre toda la oscuridad

Entre toda la oscuridad te apareciste con esos grandes ojos como dos faros y sin pensarlo te rendiste a mis brazos, me ofreciste tu cuello y tus labios, yo, agonizante y sediento bebí como un loco, como si fuera la última oportunidad de saciarme, tú, calmada como una estrella no opusiste ninguna resistencia, no huiste de mi, extendiste tus suaves manos y arrancaste de mi todas las máscaras, una por una, hasta dejarme totalmente desnudo frente a ti, y de nuevo, no huiste de mi, deslumbrado por el cálido brillo de tu cuerpo caí a tu regazo agobiado, como lo haría un fiel a su dios más agraciado; ahí recostado, me di cuenta que en mi existencia había sentido en mis manos a un ser más vivo, y en un arranque de egoísmo decidí devorarte, no podía contener la bestia que hay en mi, con el apetito y la furia de un animal salvaje me abalancé sobre ti, y tú, con tu preciosa mirada, no huiste de mí; empecé por tus hombros y tu cuello, continué con tu abdomen y tus senos, y terminé con tus muslos y tu sexo, ¡ah! el dulce aroma de tu piel me volvía cada vez más frenético, más... necesitaba más hasta que no quedara nada que probar; ... ahí estaba yo, en medio de la nada, en un oasis temporal, completamente desnudo, reducido al último de mis demonios, al fin solo, y sin embargo, nunca tan completo y vivo.

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